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Machismo y desfachatez

Ayer, durante una concentración de rechazo a a la violencia de género que se ha llevado por delante a 45 mujeres en lo que va de año, 4 en una semana, un individuo ha tratado de romper el acto riéndose descaradamente de las y los asistentes. Sin el mínimo pudor, con desfachatez, actúan como si solo ellos tuvieran derechos.

Las fotos recogen a las convocantes de la marea violeta, no a las personas que asistimos, que dicho sea de paso no éramos muchas. Posiblemente menos que las que hacían cola ayer para donar sangre porque la necesitaba un futbolista. Naturalmente, creo que donar sangre es una gran de actuación solidaria, pero no hay la misma respuesta dependiendo de quien la pide o la necesita. Como ocurre también con la acogida de inmigrantes según el país de origen… y el color de la piel.

Si en vez de ser mujeres las muertas fueran abogados, o jueces, o futbolistas de cualquier sexo, ¿la sociedad reaccionaría de la misma forma? Yo creo que no.

Mi madre, una de esas mujeres que llevaron el mundo sobre sus hombros, ya no está

Muchas veces recuerdo el tiempo de recolección, en verano, siendo yo pequeña. ¿Quién se levantaba la primera para dejar aviada la comida para los que nos quedábamos en casa (tres o cuatro niños/as y la abuela sentada en su silla porque apenas podía andar apoyada en su cayado)? ¿Quién preparaba el café (achicoria, claro) para el desayuno, y la fiambrera para llevar? Y antes de amanecer, de  camino, para estar a la salida del sol segando el trigo, o cogiendo lentejas, o garbanzos, a la par que su marido.

Pero lo peor venía después, al volver a casa. ¿Será que no traían el mismo cansancio? Porque mientras mi padre daba de comer y beber a las vacas (la yunta) y al borrico, y luego se derrumbaba en la silla, ella preparaba la cena, lavaba la ropa y atendía en lo que hiciera falta a sus hijos pequeños y su madre.

Y si se nos ocurría, críos al fin, acercarnos a él nos decía:

– Anda, deja a tu padre, que está cansado.

Y todo el mundo lo veía normal.

Sirva este recuerdo para presentar a una mujer extraordinaria, como la mayoría de las que vivieron aquellos tiempos durísimos de la posguerra siendo pobres de solemnidad, que se decía. Y no porque no trabajaran.

Mi madre había heredado de su padre la cuarta parte de una huerta (eran cuatro hermanos), y a mi padre su abuelo (no su padre) le cedió algunas tierras para  que las cultivara y así se defendieran. Pero apenas les llegaba. La he oído decir que en aquellos primeros años de matrimonio muchas noches se acostó sin saber cómo y con qué iba a hacer la comida del día siguiente, aunque luego siempre lo logró. Y el médico del pueblo le dijo (un día que se encontraron por la calle, que la consulta había que pagarla) que él tenía a su primer bebé (yo) apuntada  en la lista de los muertos, porque se había enterado de que me estaba criando con sopas de ajo. Se le había retirado la leche y no había para otra cosa. ¿Cuánto sufrimiento suponen experiencias como esas para una madre?

Sé que se casó enamorada, no porque ella lo dijera, sino porque de otra forma no se entendería una boda en contra de la opinión de las dos familias y en la que ni siquiera perdía el control materno puesto que el matrimonio se quedó a vivir con mi abuela, su madre viuda,  que ya por entonces apenas andaba apoyada en un bastón o en la silla de enea en la que se sentaba.

A los nueve meses y nueve días de su boda nací yo y luego, más o menos cada dos años fueron naciendo hijos e hijas hasta nueve. En un caso el intervalo fue mayor porque tuvo un aborto (espontáneo, por supuesto) por medio. Como consecuencia del aborto hubo de someterse a un legrado y aceptó que se lo practicaran sin anestesia para no tener que pasar una noche en el hospital. (Ya era difícil pagar la operación para tener que añadir la estancia y además, ¿qué iba a pasar en su casa si ellos no volvían? La ciudad estaba a veinte km  y no había forma de avisar).

No es que quisiera tener tantos hijos sino que el único método de control de natalidad al que tenían acceso, aparte de no tener relaciones, claro, era el permitido por la iglesia, el Ogino, que me consta que utilizaban porque encontré un libro que tenían escondido y trataba de él. Y su caso demuestra que los seguidores del método ogino se llaman…  padres de familia numerosa, como se decía con guasa en mi juventud.

Después de tres niñas el cuarto fue niño y nació con parálisis cerebral, aunque ella siempre dijo que los primeros días no tenía problemas. Vivió alrededor de dieciocho años, requiriendo una atención constante que nos repartíamos.

Cuando supo que estaba embarazada por novena vez (décima si contamos el aborto) lloró desconsoladamente. Decía que su confesor le había dado permiso para abortar, que ya había cumplido de sobra con su función reproductora. ¡Como si fuera tan sencillo! Tuvo una hija con síndrome de down y casi muere en el parto.

Por el bien de su marido enfermo (el médico le había dicho que si no cambiaba de entorno y se libraba del estrés que le suponía la proximidad de su familia, moriría) se llevó a su familia a la ciudad, donde arrendó una huerta con vivienda y cuatro vacas lecheras, abandonando lo conocido para empezar una nueva vida. Para entonces ya tenía cuatro hijas, la última bebé todavía, y dos hijos, la mayor de ellos con trece años.

Convenció a su marido (que pensaba que los hijos tienen que seguir los pasos de sus padres) para que su hija mayor, pese a la difícil situación familiar, comenzara a estudiar (con beca, naturalmente) porque la maestra del pueblo le había dicho que sería una pena que no lo hiciera.

Era el alma de su casa, el sostén de la familia. Trabajaba en el campo y llevaba la casa. Y llevar la casa en su primera época de casada significaba algo muy distinto de lo que es hoy porque no sólo no había luz eléctrica, ni agua corriente, es que el agua para beber había que ir a buscarla a una fuente a un par de km. y lavar con agua del pozo era casi imposible porque era salobre, de forma que la ropa la lavaba en el regato, de rodillas sobre una tajuela y frotando sobre un lavadero. El traslado de domicilio suavizó esos aspectos a cambio de endurecer otros.

Pocas veces la vi hacer algo por gusto, siempre la necesidad o lo que otro u otros querían estaba por delante. Quizá lo más parecido al tiempo dedicado a su placer haya sido cultivar flores desde que tuvo la huerta al lado de casa. Un gusto que nos ha contagiado a muchos de sus hijos e hijas.

También nos transmitió al educarnos el machismo inherente a su sociedad. En casa no era igual ser chico que ser chica, ya quedó claro al principio. Las mujeres hemos tenido que romper muchos esquemas para superarlo, en alguna medida.

En enfados y discusiones utilizaba, sin ser consciente de ello, una estrategia muy de género: lloraba, se ponía enferma (de verdad, no fingía)… y la mayor parte de las veces conseguía lo que pretendía sin poner en cuestión la autoridad de su marido, que era quien tenía que mandar según su criterio.

Conseguir que sus hijas e hijos no tuviéramos que pasar por lo que ella pasó y que su hija pequeña quede en buenas manos cuando ella falte, han sido sus mayores preocupaciones, una vez superada la enfermedad de su marido.

Como la mayoría de las mujeres de su generación sobrevivió a su marido, y mantuvo el alzheimer a raya hasta que él falleció, siempre pendiente de sus horarios y sus medicamentos. Luego, sus recuerdos se confundieron y aunque el sufrimiento físico pareció desaparecer después de pasar una vez por la unidad del dolor, su sufrimiento mental en los momentos de lucidez y en los de mayor extravío, no dejaba lugar a dudas.

¡Cuántas veces le escuchamos decir en estos últimos años la de veces que le había pedido a ese Dios en el que creía que se la llevara! ¡Y cuánto habríamos agradecido ahora que su muerte hubiera sucedido en cualquiera de las veces en que anteriormente estuvo grave! Pero no, ha tenido que ser ahora, cuando este insidioso virus la ha privado, y nos ha privado, de toda compañía.

Que sus últimas palabras inteligibles fueran para agradecer al personal sanitario que la estuvieran cuidando da una idea, otra más, de su calidad personal.

Ella fue una de las mujeres que han sostenido el mundo, cargando con tareas familiares y sociales que debían haber sido compartidas, arrastrando preocupaciones, y haciendo lo posible y lo imposible para que la siguiente generación lo hayamos tenido más fácil. Sin su esfuerzo y su sacrificio no estaríamos donde estamos.

Ocho de marzo: un nuevo comienzo

Reconozco que lo del nuevo comienzo es un deseo, pero veo indicios de que pueda ser realidad:

  • Lo que todo el mundo sabía pero parecía no importar, de repente se ha hecho visible a nivel mundial: abusos sexuales que sufrían las mujeres en el ámbito laboral para conseguir o mantener un trabajo destapados por el caso Weinstein. El movimiento #MeToo es buena prueba de ello. Aunque muchos todavía defiendan lo indefendible.
  • Por todas partes aparecen datos que certifican la desigualdad:  tiempo dedicado a la familia, reducción de horario, cuidado de personas dependientes, salario, tasa de empleo … desacreditando el discurso de los que preguntan ¿qué quieren las mujeres, si nunca estuvieron como ahora? Y tienen razón, nunca estuvimos como ahora: conscientes de la injusticia que supone no ser tratadas de forma igual que los hombres, en razón de nuestro mérito y nuestras capacidades, no de nuestro sexo.
  • Cada día se evidencian más los micromachismos, esas manifestaciones masculinas de superioridad y paternalismo respecto de las mujeres que cada día más personas, mujeres y hombres, valoran como lo que son.
  • La convocatoria internacional de una huelga de mujeres demuestra que algo importante está cambiando. Nos convoca  a todas las mujeres, en todos los trabajos, reconocidos y no reconocidos. Muchas no pueden aceptar el reto porque no hay quien las sustituya en los cuidados imprescindibles a las personas dependientes a las que cuidan, de las que son responsables. Y nuevas reivindicaciones han entrado en el manifiesto. (No hace tanto tiempo el ocho de marzo era el Día de la mujer trabajadora, como si sólo el trabajo remunerado fuera trabajo).
  • Muchos hombres que no se consideraban machistas están reconociendo que lo eran, aunque no se daban cuenta, porque el machismo impregna toda la sociedad. Como muestra, este magnífico botón de Nacho Escolar.
  • Ya suceden cosas como ésta: Ayer, un amigo recibió una propuesta de ascenso profesional que implica mayor dedicación horaria. Tiene una hija pequeña y se está haciendo planteamientos que hasta no hace mucho sólo nos hacíamos las madres. (Escuché esta mañana en la radio que entre los ministros y ministras de nuestra democracia el 45% de ellos eran padres, pero madres solamente el 9% de ellas).

Así es que sí, puede que estemos empezando una nueva etapa.

No me resisto a colocar aquí un ejemplo de libro de machismo paternalista con apariencia de alabanza a las mujeres:

Y una pancarta de la manifestación en Jerez que me gustó:

¿Celebración o reivindicación?

Este año, por fin, no hay discusión: el ocho de marzo muchas mujeres y bastantes hombres  (no los suficientes, desde luego) reivindicamos los derechos de las mujeres. Los que en algunos países, el nuestro entre ellos, la ley nos reconoce pero la sociedad no hace efectivos, ni en el ámbito privado ni en el público.

Por fin parece que comienza un movimiento internacional, porque la lacra de la violencia contra la mujer es mundial, con la convocatoria de una protesta de mujeres que busca evidenciar cómo sería el mundo si las mujeres no hiciéramos lo que hacemos, nos paguen por ello o no. La convocatoria se ha extendido a muchos países, España entre ellos. Si hoy ves mujeres vestidas de negro o de lila, entiende que están, estamos, reivindicando igualdad, protestando por la violencia de género que lleva 18 mujeres asesinadas (no muertas) a manos de sus parejas, exigiendo «que pare el mundo porque nos están matando, porque no funciona sin nosotras, que paren las calles hasta que podamos transitar seguras, que paren los feminicidios porque nuestras vidas no están a disposición de otros».

Para quienes piensan que no es para tanto, que nos quejamos por vicio, copio aquí el texto que una amiga me envió por WhatsApp, que recoge situaciones habituales que desvelan los micro, o no tan micro, machismos que todas sufrimos o hemos sufrido:

Me dijeron:
No te pongas ese vestido tan corto.
Y después violaron a una mujer cuando llevaba sus vaqueros favoritos.

Me dijeron:
No te quedes hasta muy tarde.
Después arrancaron la ropa y tocaron los pechos de una chica a plena luz del día en unas fiestas populares.

Me dijeron:
No viajes sola por la noche.
Y después violaron y mataron de día a dos mujeres, cuando descubrían el mundo, acompañadas la una de la otra.

Me dijeron:
No cojas el transporte público por la noche.
Luego manosearon a una chica en el metro, sin que nadie hiciera nada, de camino a la universidad.

Me dijeron:
Pídele a algún amigo que te acompañe a casa.
Y luego señalaron y llamaron calientapollas a una chica cuando lo hizo.

Me dijeron:
No sonrías a extraños.
Y luego gritaron borde, puta y quiéntecreesqueeres a una mujer por pasar de largo.

Me dijeron:
No bebas mucho.
Y después pusieron droga a una chica en su bebida.

Me dijeron:
Ten siempre el teléfono a mano.
Y luego una mujer recibió en ese mismo teléfono un vídeo de todas las cosas que le habían hecho la noche anterior.

Me dijeron:
No te vayas con desconocidos.
Y luego una mujer fue violada por un amigo. Una pareja. O un familiar.

Me dijeron:
Denuncia.
Y después le preguntaron qué llevaba puesto, cuánto bebió y por qué se fue con él.

Me dijeron. Me dijeron. Me dijeron.
Ten cuidado, ten cuidado, ten cuidado.
Lo tuve. Lo tengo. Lo tendré.
Hice todo lo que me dijeron.
Ahora explícame qué es lo que hice mal.

Estoy de acuerdo: no todos los hombres sois así.
Pero entiéndelo tú.
A todas las mujeres nos pasa. A todas nosotras.
A mi madre. A mí. A mi hija. A mi amiga. Y a mi compañera de trabajo.
A tu madre. A tu mujer. A tu hija.
A todas las mujeres.
¿Lo empiezas a entender?

No me digas a mí lo que tengo que hacer.
Díselo a ellos.
Enséñales consentimiento.
Enséñales que NO significa NO.
Enséñales respeto.
Enséñales que las mujeres no somos un juguete, ni un objeto, ni una propiedad.
Enséñales a ser responsables.
Enséñales a no violar.

A veces me pregunto si nos odiáis.
A veces me pregunto por qué nos odiáis.
De forma lógica. De forma emocional. Diciendo. Preguntando. Rogando.
Lo hemos intentado todo.

Ya no sé qué más decirte.
Ya no sé cómo explicarlo.
Ya no sé cómo pedirlo.
Qué coño queda por hacer.
No queda nada.
Excepto dolor.
Y rabia.»

Vitika Roy

Una petición razonable

Hace un par de días encontré esto en twitter.

Estas son ALGUNAS PERLAS del libro «75 Consejos para sobrevivir al colegio» escrito para NIÑAS de 12 años. pic.twitter.com/eV6ThRbvYJ

— yara (@YaraCobaain) 23 de julio de 2016

No me lo podía creer.

Siempre tiene que haber alguien con quien meterse: mejor que ese alguien no seas tú. Es una pena que tenga que ser tu mejor amiga, pero… ¿prefieres que se metan contigo? ¿en serio?

¿Qué tipo de actitud les está proponiendo a las niñas? ¿Les da razones para inhibirse cuando otras lo sufren o directamente para actuar como acosadoras? ¿Acaso no sabe esa señora que todas las Consejerías de Educación tienen establecidos protocolos para detectar y actuar en casos de bulling? ¿Cree que son cosas de niñas (sólo escribe para ellas) y exageramos la gravedad de esas situaciones por gusto? ¿No se ha enterado de que niños y niñas se han suicidado como consecuencia de que otros y otras actuaron como ella les propone a sus lectoras? Recuerde: Yokin, Carla, Diego…  Jessica sí los recuerda. (Si pinchas en el enlace, lo leerás, no me cabe duda)

Las observaciones y los consejos relacionados con tener novio (escribe para niñas de 12 años) no pueden ser más machistas. Se carga de un plumazo el trabajo paciente de muchas docentes que tratan de mostrarles la importancia de la igualdad entre hombres y mujeres, aun cuando en sus familias no sea realidad. El de muchos padres y madres que tratan de hacerlo realidad en sus vidas, aunque la sociedad siga siendo machista. Sus consejos figuran en las listas  de indicios para detectar el maltrato. (Mira el 2, y el 3…)

Y no, no he leído más que las páginas que figuran en el twit. Sólo con ellas hay motivo más que suficiente para desaconsejar llegue a manos de sus destinatarias y no estoy dispuesta a hacerle ganar unos euros, o unos céntimos con la venta de un libro más.

Imagino que aquellas personas que lo han regalado a una niña preadolescente lo han hecho sin leerlo, fijándose en los datos que figuran en la solapa y en el crédito de la autora, una psicóloga. Sin suponer que desprestigia su profesión y fomenta la desconfianza que mucho profesorado del que sólo quiere enseñar, no educar (que todavía queda) siente hacia psicólogas y pedagogos (y viceversa).

Y, consecuentemente, he firmado la petición para que Alfaguara, una editorial de prestigio en literatura infantil y juvenil, retire el libro de las librerías. Y te pido que, si no la has firmado ya, lo hagas ahora:

Firma

Si quieres más razones, @xarxatic las da aquí.

No todo vale para ganar dinero.

Dominación

El pasado domingo, cuando fui a votar, fui testigo de una escena que debe ser habitual porque a nadie más le llamó la atención y no vi la más mínima intención ocultarla, más bien al contrario:

Un hombre joven (poco más de 30) se acercó a la mesa donde estaban las papeletas y con suficiencia cogió dos sobres y dos papeletas (del PP, por cierto). Metió cada una en su sobre y dio uno de ellos a la mujer que estaba detrás, su mujer, con toda probabilidad.

No volví a casa directamente. Anduve unos cuantos kilómetros mientras pensaba en el significado de un gesto que puede parecer tan nimio, en la dominación-sumisión que evidencia, en las razones por las que demasiados hombres siguen creyendo que son los reyes del mambo y demasiadas mujeres se lo siguen consintiendo, en las que mueren cuando dejan de estar dispuestas a consentirlo, en las madres que se sienten satisfechas cuando su hija tiene un novio que la controla, en las niñas que entienden que amar significa sufrir, en las madres que ocultan los malos tratos hacia ellas o hacia sus hijas, en…

Unas  horas después, los resultados de las elecciones corroboraron que no había sido un buen día.

El machismo hace sufrir, y mata

Parece que no es tan fácil como puede parecer (y como debería) reconocer las actitudes y actuaciones machistas en la sociedad y en la familia. Si lo fuera no se colarían en anuncios y también en expresiones y manifestaciones de gente bien pensante que no se considera machista,  indicios de lo que hay debajo de las buenas formas, en cuanto se rasca un poco.

Como sufrió Loli con sus nietos en un juego de feria, y cuenta aquí.

Como describe  en un gran artículo lleno de ironía Barbijaputa la exposición de  juguetes en un centro comercial en los días previos a reyes.

Como le sucedió a la vicepresidenta del gobierno en funciones cuando pretendiendo, entiendo yo, destacar actitudes machistas en los chicos lo que hizo fue culpabilizar a las chicas de la violencia que sufren: No le permitas que…  (Si lo permites es tu responsabilidad)

Como les sucede a los maridos colaboradores (por supuesto no machistas) cuando dicen, incluso si la mujer trabaja fuera de casa y él no, que ayudan o colaboran en las labores domésticas. No comparten, si ayudan es porque no son suyas, claro. Están haciendo un favor. ¿A quién?

O a las madres que están encantadas de que su hija tenga novio porque así esta controlada. Es que es tan difícil… se excusan cuando les haces pensar en ello. Los chicos no necesitan control.

O las que incitan a sus hijas a aguantarse porque la convivencia es difícil y alguien tiene que ceder.

O las que no se respetan a si mismas y no se hacen respetar ejerciendo sus derechos, y con ello enseñan sin pretenderlo tanto a sus hijos como a sus hijas que en la familia la mujer está subordinada. Y si lo está en casa, ¿dónde no? ¿Como podrán sus hijas considerarse iguales a sus compañeros? ¿Como podrán sus hijos tratar a sus compañeras como iguales?

Me llamó la atención un artículo relacionado con el asesinato de una mujer por su pareja, nomasvg-forgesporque los amigos y vecinos no querían que se hablara de violencia de genero sino de locura porque era muy buena persona. Pero los síntomas eran claros:  La tarde anterior «fue la primera vez» que la fallecida podía quedar a solas con una amiga. Le había dicho a su marido que necesitaba un poco de espacio. El no quería que ella saliera. ¿Por qué empatizan tanto con él? Para mí está claro: porque si rascas…

Llevamos muchos años trabajando en coeducación, en igualdad, en las escuelas. Y los resultados no son buenos: muchos chicos minusvaloran a las mujeres en general y a sus parejas en particular, hay chicos que maltratan a sus parejas y chicas que soportan  los malos tratos (lo he visto) sin romper la relación, las madres siguen siendo las responsables de la casa y de los hijos en demasiadas ocasiones (a veces con ayuda), una mujer que trabaja muchas horas fuera de casa es una madre ausente pero un padre que trabaja muchas horas es un hombre responsable…, y siguen muriendo mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas.

Y es que mientras en las familias la relación no sea igualitaria; mientras la sociedad tolere y no reconozca las actitudes machistas; mientras haya quien defienda desde un partido político que es igual la violencia de los hombres hacia las mujeres que la de las mujeres hacia los hombres, sin tener en cuenta que las estructuras sociales están tan asentadas sobre el machismo que es el miedo  del hombre que ve amenazado su poder, el de quien que ha construido una sociedad a su medida y no quiere perder sus privilegios el que actúa y el que puede que incluso esté repuntando, como se argumenta en este artículo; mientras haya obispos que ligan la violencia de género con que ellas piden el divorcio; mientras todo eso no cambie, aunque en la escuela se trabaje, se debata, se analice, se llegue a conclusiones y se presenten en distintos formatos, la evolución será demasiado lenta.

Y en las escuelas se sigue trabajando. Como muestra un botón. Pero es necesario algo más. Para modificar esas estructuras latentes o manifiestas hace falta un acuerdo global para activar todos los recursos posibles.

Un video sobre las pequeñas cosas que llevan a las grandes:

 

 

 

 

 

Una mujer valiente

Ayer conocí a una mujer valiente. Nadie lo hubiera dicho viéndola charlar amigablemente con una chiquilla de 13 o 14 años que, como ella, había salido a pasear a su perro. Pero lo es, ¡ya lo creo que lo es!

Ha sido capaz de abandonar la comodidad de un matrimonio con un hombre de buena posición económica, que la llevaba donde ella quería, con el que compartía una casa estupenda en un pueblecito y dos hijos ya mayores, por un piso en un barrio obrero de Jerez en el que sigue educando a sus dos hijos, trabajando en el cuidado de personas dependientes (ese nicho de empleo que ha creado la Ley de dependencia) cuando la llaman, dispuesta a aceptar otro tipo de trabajo si surge, mientras disfruta de su recien estrenada libertad. Seis meses hace que  vive sin pareja.

Reconoce que su exmarido no es mala persona, pero no la dejaba respirar. Se hicieron novios cuando ella tenía 14 años, y desde entonces ha vivido por y para  él. Y para sus hijos, naturalmente.

– Yo sólo era la mujer de Fulanito.

Los problemas empezaron cuando quiso» sacarse el carnet»

– ¿Y tú para qué quieres conducir? Si yo te llevo donde quieres.

Reconoce que era verdad, pero… con eso no se sentia satisfecha. Pelearon, pero se sacó el carnet.

Luego, una cosa lleva a la otra,  quiso tener su propio coche y entonces sí que se armó la gorda. Los argumentos, los mismos:

– ¿Para qué necesitas un coche si yo te llevo donde quieres? No lo entiendo.

– Sí, pero yo a veces quiero hacer algunas cosas sin ti.  Salir con mis amigas, ir de compras… Tú las haces sin mí. Además, tú te has comprado dos cochazos desde que nos casamos y yo nada.

Aquello dolió, pero insistió tanto que terminaron comprando, a regañadientes, un coche pequeño para ella… con los papeles a nombre de él. El seguro también, con la disculpa de que era más barato. En resumen:

– Yo no tenía nada que pudiera decir que era mío. Es verdad que casados en régimen de ganaciales las propiedades son de los dos, pero yo no lo sentía así.

Desde que diponían de dos coches, él dejo de llevarse el grande al trabajo, porque el pequeño era más cómodo:

– Cuando lo necesites me llamas y te lo acerco, o pasas por el trabajo a recoger la llave.

Y cuando lo hacía, dónde vas, con quién, por qué, qué se te ha perdido, es que sólo quieres problemas…

Habló con su madre y, aunque todavía no lo entiende, se puso de parte de él, que la tenía como una reina aunque ella no supiera agradecérselo. Aunque la separación ha sido difícil, y lo ha pasado muy mal, su madre sigue pensando que debe agradecer al exmarido que cumpla con su obligación de pasarle la asignación a los hijos. Es decir, no ha encontrado el apoyo de la persona de la que más lo esperaba. Es  una de las cosas que más le duelen, porque una madre (ella lo es, y lo sabe) debe comprender a sus hijos y apoyarles en sus decisiones, aunque no esté de acuerdo con ellas, especialmente cuando son difíciles y dolorosas.

Ha tenido el valor de irse del entorno conocido a otro en el que no conocía a nadie, y no se arrepiente. Aunque sus posibilidades económicas estén muy limitadas, la sensación de ser libre, de sentirse persona independiente, de poder tomar decisiones sin que otra persona tenga que aprobarlas, es tan intensa que supera ampliamente los inconvenientes.

Cuenta que una tarde en que había ido a la playa sola, tendida al sol mirando al cielo, viendo volar las gaviotas,  se dio cuenta de que se podía quedar allí el tiempo que quisiera, sin tener que dar explicaciones de por qué llegaba tarde, o pronto. Fue consciente del cambio que había introducido en su vida. Y se sintió feliz. Todavía se emociona al recordarlo.

Puede parecer una historia menor pero yo, que también he pasado por una separación después de muchos años de convivencia, valoro su coraje y su valor. Y termino con una de sus frases, que resume su proceso de personalización:

– Lo mejor que he hecho en mi vida ha sido sacarme el carnet, porque fue el comienzo de mi nueva vida.

De eso hace seis años. Cinco tardó en tomar la decisión de separarse.